Previamente se habían hecho ensayos para intentar comprobar si los perros eran capaces de discriminar entre las expresiones emocionales humanas, ninguno había sido completamente convincente. En esta, los investigadores entrenaron a los perros específicamente para que diferenciaran entre imágenes de una misma persona pero con un rostro contento o enfadado.
Las capacidades discriminatorias de los perros se ensayaron en cuatro tipos de pruebas:
- Incluyendo la misma mitad de las caras del entrenamiento, pero de caras nuevas.
- La otra mitad de las caras utilizadas en el adiestramiento
- La otra mitad de las caras nuevas.
- La mitad izquierda de las caras utilizadas en la preparación.
Con estas observaciones se descubrió que los perros eran capaces de distinguir entre la cara enfadada o la feliz. Los resultados mostraron que podían aprender a identificar expresiones faciales y aplicar esos conocimientos aprendidos durante el adiestramiento en nuevas señales.

Los perros tardaban mucho en asociar una cara enfadada con una recompensa, lo que sugiere que ya tenían una idea basada en la experiencia previa de que es mejor mantenerse alejado de un humano cuando le mira con gesto agresivo.
Los resultados de esta investigación corroboran que los perros pueden distinguir cuales los tratan mal y cuales les ofrecen un gesto amistoso.
“Para que te quiera un gato, has de convertirte en medio gato. Para que te quiera un perro, debes aceptarlo como medio humano”.
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